El reconocimiento. Wikipedia nos resume su significado en apenas dos frases: “Reconocimiento es la acción de distinguir a una cosa, una persona o una institución entre las demás como consecuencia de sus características y rasgos. También sirve para expresar la gratitud que se experimenta como consecuencia de algún favor o beneficio”.

Habitualmente, nos cuesta mucho reconocer los méritos y los valores de otros. Quizás, precisamente, porque esperamos que antes sean reconocidos los nuestros. Somos seres emocionales, somos emociones, pero hemos sido educados para ocultarlas, para apenas expresar qué sentimos. Y el reconocimiento de otros no se escapa a esa represión a las que nuestras emociones han sido sometidas. 

Reconocer los méritos, los valores, la personalidad de otros es algo absolutamente necesario, imprescindible, que definitivamente tiende puentes entre las personas, que acerca, que une. La persona que se siente reconocida, además, será propensa a reconocer los méritos y los valores de otros…. Y así sucesivamente, en una cadena que nos hace más humanos, más auténticos, más creíbles.

Romper con los esquemas y los corsés que nos ha impuesto una sociedad educada en reprimir las emociones es un paso más en la línea de contactar con nosotros mismos, tomar conciencia de las necesidades de otros y de las propias y conseguir y fortalecer la convivencia y las relaciones.

Reconocer valores y atributos de los demás hace posible, además de todo ello, que cada uno de nosotros, cuando lo hacemos, tenga una gran sensación de bienestar y alegría, consecuencia del gesto de generosidad que acabamos de realizar.

No os perdáis este vídeo, donde un jugador de baloncesto norteamericano, Kevin Durant, que había sido nombrado MVP del año en la NBA, realiza un ejercicio de reconocimiento hacia su madre, a la vez que se dota a sí mismo de humildad y autenticidad.

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