“Entonces, de pronto, aparecieron en la memoria de Kitagaki imágenes de la pequeña aldea en la que había crecido, oyó las voces de los niños corriendo y la suya propia, cuando jugaba con figuras de madera como la que en ese momento, tantos años después, tenía entre sus manos”.

Os invitamos a degustar el cuento completo de Jorge Bucay pinchando la fotografía.

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