LA MEDITACIÓN ES UN LUGAR PARA SER

Eduardo Sanz Márquez , Terapeuta Gestalt y Abogado.

He pasado toda la vida creyendo que cuantas más experiencias viva, más rico y pleno seré. Así he pasado los años, viajando de país en país, yendo de mujer en mujer, de diversión en acontecimiento. He sido actor, abogado, guía, modelo, bailarín, militar, amigo, vendedor, fiel, piloto, cantante, infiel y miles de cosas más, acumulando y acumulando sin parar las más extrañas y disparatadas historias y experiencias.

Poco a poco, voy descubriendo que ése no es el camino, que por ahí no llegaré a ningún lado, y que, cuando muera, aunque haya alcanzado las cimas más altas del planeta y navegado sus cinco mares, no habré vivido.

Porque las experiencias hay que colocarlas en su sitio. Y hay dejar espacio para dejarnos ser. Y ser, aunque resulte extraño, se encuentra alejado de cualquier experiencia intensa que sólo revuelve la vida como un remolino donde nosotros casi no estamos.

He encontrado en la meditación un camino. O, más que un camino, un lugar donde estoy yo. Me resulta difícil aún querer estar, porque en el fondo lo que más temo es quedarme conmigo, pero sólo así puedo enterarme de que soy, de que estoy, sin más.

Meditar, sin exigencia, sin juicio, como meros observadores

Mi madre tiene Alzheimer, y la gente me expresa su pesar por ello, como si fuera algo terrible. Yo no compadezco a mi madre. Creo que no sabe ya nada de eso a lo que los humanos damos importancia, que no recuerda más que, si acaso, sensaciones. Pero, en el fondo, creo que sabe todo lo que hay que saber, que es estar. Y vaya si sabe estar. Hay amor en ella, amor en estar sin más. Y para mí es un espejo en el que me gusta mirarme.

Meditar, sin exigencia, sin juicio, como meros observadores de nuestro pensamiento automático, de nuestro sufrimiento continuo e imparable. Y no para pararlo. Ésa no es la finalidad. La finalidad es sencillamente ser, algo que parece reservado para muy pocos.

No hace falta estar horas en posiciones incómodas, ni incienso, ni Budas. Basta con unos pocos minutos y una silla. Se puede meditar incluso andando. Porque se trata de vernos como testigos, de hacernos conscientes de que somos, de que estamos, de que nos habitamos. Así empezaremos a dejar de vivir fuera y alejaremos la posibilidad de haber pasado por este mundo sin habernos enterado de nada.

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