CONVIVIR CON NUESTROS ERRORES.

Eduardo Sanz Márquez , Terapeuta Gestalt y Abogado.

Hemos cometido muchos errores a lo largo de nuestra vida y vamos a seguir cometiéndolos. De eso que no le quepa duda a nadie. Si además nos da por emprender algo nuevo, por salir de la zona de confort que conocemos y nos da seguridad, la probabilidad de fallar aumentará. La tentación entonces será quedarnos quietos para evitar mostrarle al mundo lo mucho que fallamos. Pero, si hacemos eso, nos impediremos seguir avanzando.

La solución pasa quizá por ver nuestros errores como inseparables compañeros de viaje que nos ayudan a avanzar, que nos indican que estamos aprendiendo. Aquél que comete pocos errores debería revisar si está viviendo con plenitud la vida o si se está perdiendo lo más interesante, que sin duda es seguir aprendiendo. Y no se aprende ni se avanza sin equivocación.

Está bien poner todo nuestro empeño en no equivocarnos. Pero, si lo hacemos, lo más sano es que no nos castiguemos por ello, sino que intentemos aprender algo. Si miramos el fallo hacia el pasado, lo veremos como un fracaso, como algo que no se puede cambiar. Sin embargo, si lo miramos hacia el futuro, lo llevaremos al aprendizaje, a la oportunidad. La manera de enfrentar el error de manera positiva es decirnos “Yo creo en ti”, como lo haríamos con un niño que aprende a andar, porque tenemos la confianza de que más tarde, o más temprano, acabará lográndolo. Pues lo mismo debemos hacer con nosotros mismos: Darnos confianza, entender nuestro error como un paso de aprendizaje y comprometernos, sin exigencia, a intentar mejorar. Si conseguimos además divertirnos con nuestros fallos y aceptarlos con una sonrisa, como hacen los niños cuando se caen tantas veces al aprender a andar, entonces estaremos preparados para cualquier reto, pues lo afrontaremos desde el disfrute y no desde el sufrimiento.

El perfeccionismo, aunque muchos piensen lo contrario, es enemigo del aprendizaje sano, pues nos lleva al miedo.

El perfeccionismo, aunque muchos piensen lo contrario, es enemigo del aprendizaje sano, pues nos lleva al miedo, a la intransigencia y al castigo cuando llega el inevitable fallo o por el simple temor al mismo. Tenemos que ser compasivos con nuestros errores, pues una persona perfecta no es aquélla que no comete errores sino la que se acepta con sus luces y con sus sombras, con sus aciertos y con sus fallos.

No está bien que nos agredamos por nuestros errores. Es el mayor pecado que podemos cometer contra nosotros mismos. Cada ser humano es de un valor incalculable y no tenemos derecho a humillarnos. Se trata de coger la misma magnanimidad y sabiduría que nos hace ser compasivos con los errores del niño que aprende a andar y aplicarla a los nuestros.

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